El hablar de coches es hablar de la historia de Cartagena. Y es que ya en algunos relatos de 1741 se mencionaba la existencia de los coches en la ciudad. Por ejemplo, el Padre Joseph Cassani quien publicó un libro en Madrid para esa época relato que el corralito de piedras en el año 1622 tenía coches.
Por su parte, en la historia del transporte en Colombia encontramos que Cartagena fue la primera ciudad que tuvo coches en el país. Y que inicialmente este servicio de transporte se utilizaba de manera privada, y posteriormente fueron utilizados para transportar a las personas del mercado viejo a los primeros barrios de la ciudad. Ya para la década de 1950, cuando Bocagrande inicia su apogeo, los primeros cocheros se trasladaron a esa área y continuaron con su trabajo de transportar a las personas y entre ellas algunos visitantes que llegaban.
Al pasar de los años
los coches toman mayor relevancia y estos pasan de transitar entre los barrios
aledaños a sectorizar sus actividades entre el Centro, Manga, Bocagrande y
Castillogrande.
Esta actividad se heredó,
como muchas otras actividades en la ciudad, de un padre a un hijo, a un
familiar y con el tiempo, especialmente para los años 80, ingresaron otras
personas al “negocio”. La operación informal y desorganizada llevo a que la
ciudad emitiera en el año 2002 un decreto buscando su regulación. Se
establecieron lineamientos que estaban enfocados al tránsito del “vehículo” y
algunas obligaciones con el cuidado de los animales.
En estos tiempos, y
como por muchos años –ya parece ser muy repetitivo-, los coches turísticos son
noticia de primer plano, elevándose la problemática cada vez más al volverse
mediática y viral gracias a las redes sociales con el enfoque de esta época
“un asunto de maltrato animal”;
sin lugar a dudas un tema que hay que revisar y cuidar. Pero al ver atrás, el
asunto de los coches en el pasado tuvo otros enfoques: contaminación,
obstaculización a las vías, la ubicación de las pesebreras, entre otros.
A estas alturas cabe
preguntarse ¿Cuál es el problema real?, paso esencial y básico para llegar a un
punto de quiebre que nos permita salir del laberinto de hámster en el que la
ciudad ha estado por mucho tiempo con este asunto.
Lo primero que se debe
definir al respecto es el concepto que se tiene del coche. Si bien es cierto el
coche ha sido un elemento importante e icono en la ciudad, con significado y
presencia en la historia, al punto que se le llama “atractivo turístico”, es
importante decir que este no dejado de ser un “servicio de transporte” y el
hecho de atribuírsele cualidades de atracción de turistas, estas nos superan elementos
para generarse un producto alrededor del mismo y por ende no puede ser
considerado un atractivo turístico. No obstante, bien trabajado a futuro puede
serlo, y lo hablaremos en otro artículo.
Definido el tema
conceptual, como administradora turística puedo decir que el problema es estructural, el
modelo de gestión de los coches es inoperante a estas alturas en la ciudad. Y esta
estructura hay que verla desde varios puntos.
Su
estructura organizacional. En la antigüedad el cochero era
dueño de su caballo y carreta y lo llevaba al centro a trabajar. De seguro había
un vínculo en esa relación diaria que se compensaba con un cuidado. Hoy la estructura
organizacional que está detrás de los coches ha cambiado, tiene a privados en
el negocio de “alquilar el coche” a una persona para que lo explote a cambio de
una cuota diaria sin un mayor sentido de pertenencia y entendimiento del
servicio turístico.
En este orden de ideas,
los coches son un servicio de transporte y deberían ser tratados como tal. Debe
haber tarjetas de propiedad y pasar factura por los daños, hacer revisiones periódicas
y exigir espacios propicios como se le exige a las empresas de transporte
especial al servicio del turismo.
Su
estructura Operativa. Parece simple: salir y dar un paseo
por la calle, eso es ser cochero. No obstante, hay varios elementos que
necesitan cuidado y mantenimiento en su estructura operacional. El decreto de
hace ya 20 años deja unos lineamientos pero debe tenerse cuenta que el modelo del servicio cambio, hoy el coche turístico debe tratarse como un servicio generado por una empresa turística (unipersonal o sociedad) y esta debe tener una estructura operativa definida que tenga claro sus
componentes y responsabilidades:
- La infraestructura:
el coche, su mantenimiento, seguro, apariencia, etc.
- Los agentes operadores: el cochero, sus habilidades y competencias; y el caballo, sí, ese es su lugar, hay que dignificar al animal. Particularmente, considero que no es necesario eliminarlo como se propone.
- Y el producto:
los recorridos, el lenguaje utilizado y la historia preservada, protegida y
divulgada -storytelling-, tarifas, etc.
Una vez definido el
problema, ¿Qué les resta a los cocheros de la ciudad? ¡Cambiar su modelo de gestión!
O de lo contrario será el fin de los mismos por la presión social de estos
tiempos.
¿Qué le resta a la
ciudad? Actualizar el decreto, exigir constitución de empresas con responsabilidad directa y ejercer control permanente. O de
lo contrario, asumir la operación del mismo bajo un modelo de gestión descentralizado
pero cobijado por el Distrito.
¡Ojo, que esta no sea otra vuelta del hámster de ciudad! ¿Quién lo va a sacar de laberinto?
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